EL DUQUE DE ENGHIEN
El historiador francés Thiers en su
maravillosa obra: Historia del Consulado y del Imperio, describe a profundidad
en su Libro XVIII lo que él titula “La Conspiración de Jorge”, refiriéndose a
los acontecimientos ocurridos entre 1803 y 1804 relacionados con el plan para
asesinar a Napoleón Bonaparte, en ese momento primer Cónsul, para volver a
colocar en el trono francés a Luis XVIII.
En dicha conspiración estuvieron
involucrados el conde de Artois, Jorge Cadoudal (Jefe de los llamados Chuanes promonárquicos
frente a los jacobinos parisinos), y los generales Pichegrú, Dumouriez y
Moreau, héroes de la Francia cuando ésta fue atacada por la coalición liderada
por Austria e Inglaterra. Se trataba entonces de liderar una contrarrevolución.
Muchos nobles franceses habían emigrado
a Alemania e Inglaterra huyendo de la revolución de 1789, esperando un momento
para empuñar las armas contra élla. Se les dio el nombre de Los Emigrados.
Entre ellos, estaba en la ciudad de Ettenheim, cerca de Estrasburgo, en la
frontera entre Alemania y Francia, un Borbón, de la famosa rama de los Condé,
príncipes de la sangre: el Duque de Enghien.
Al descubrir Napoleón la conspiración
logró apresar a Cadoudal, Pichegrú y Moreau, y no le quedó la menor duda de lo
comprometida que estaba la casa de Borbón; en medio de su furia se convenció
que éste príncipe, el Duque de Enghien, que vivía en Ettenheim (Ducado de Baden),
estaba involucrado, por lo que había que hacer un escarmiento. Violentando el
derecho internacional ordenó una operación militar para traspasar la frontera,
capturar al príncipe y traerlo preso a Francia.
El Duque de Enghien fue capturado en
suelo ajeno, traído a Francia, sumariamente interrogado y ejecutado en el
castillo de Vincennes, cerca a Paris.
Este acto unió nuevamente a la Europa
contra Napoleón, dio al traste con la paz de Amiens, terminó la época del
consulado, dio paso al imperio napoleónico, y creo una reacción interna de
rechazo tremenda, a tal punto que, a decir de muchos, hizo decir a Talleyrand,
ministro de Napoleón: “Peor que un crimen, fue un error”.
Lo que se está haciendo con Luis Alfredo
Ramos Botero es un crimen. Se dice que haber asistido a escuchar planteamientos
del vocero público de un grupo armado que tenía más de 30.000 miembros es un
concierto para delinquir.
Según la revista Semana de octubre 4 del
2013 en artículo llamado “Las Farc defienden a Alvaro Leyva”, se dijo
textualmente: “En el comunicado, las FARC también se muestran a favor de
lo que dice Eduardo Montealegre sobre la participación de políticos en La
Habana. El fiscal general ha aclarado que no es un delito que un funcionario
converse sobre paz con las guerrillas porque, aunque hay una prohibición, no se
especifica como una conducta penal.”
Para el
ciudadano común y corriente no se entiende este exabrupto: ¿se especifica o no
se especifica como una conducta penal conversar sobre paz con las guerrillas? Y
si esto es así, ¿se especifica o no se especifica como una conducta penal
conversar sobre paz con las autodefensas?
La
Constitución Nacional en su artículo 13 afirma como un derecho fundamental que
“Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma
protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos,
libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo,
raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o
filosófica. El Estado promoverá las condiciones para que la igualdad sea real y
efectiva…”
¿Será
ilusión lo que leemos? ¿o es que no sabemos leer?. ¿O lo que existe en contra
del Dr. Luis Alfredo Ramos Botero es un verdadero crimen de Estado?. Todo esto
me hace recordar a Shakespeare como termina aquella escena III de Hamlet cuando
Horacio grita “Huele a podrido en el reino de Dinamarca”.
Cuando la
Constitución Política advierte en su artículo 29 que: “Toda persona se presume
inocente mientras no se le haya declarado judicialmente culpable” y constatamos
la detención que se hizo de Ramos Botero, los ciudadanos del común no
entendemos las decisiones de la actual Justicia.
Cuando
estupefactos llegamos a la sencilla conclusión de que se está cometiendo un
crimen con Luis Alfredo Ramos Botero al hacer el Estado una aplicación de
normas desfavorables y derogadas que violentan el principio aquel de la
favorabilidad que es esencial en el debido proceso en materia penal, nos
quedamos sin palabras.
Se comete
un crimen en cabeza de Luis Alfredo
Ramos Botero porque en decir del diccionario de la Real Academia Española, la
palabra crimen es un delito grave, y delito grave es lo que se llama en el
código penal un prevaricato, que es según el artículo 413 del código penal el
proferir una resolución, dictamen o concepto manifiestamente contrario a la
ley, y eso es lo que el ciudadano común percibe que se hace contra Ramos
Botero.
Antioquia
necesita a Luis Alfredo Ramos Botero para que continúe dirigiendo con
honestidad, con claridad, con firmeza, los destinos de este pueblo grande.
Se está
cometiendo un error de proporciones incalculables para la credibilidad de la
Justicia, por los motivos y por la forma como se está procesando al Dr. Luis
Alfredo Ramos Botero.
Ese error que
se comete, no solamente está afectando a su esposa, Doña María Eugenia Maya de
Ramos, a sus hijos Alfredo y Esteban, a sus nueras, a su nieta, a su familia, a
quienes le presentamos nuestra solidaridad. Ese error afecta a todos aquellos
que nos preciamos de ser sus amigos y a quienes lo conocemos de tanto tiempo
atrás y quienes podemos dar fé de su moralidad, de su acatamiento a la ley, de
su defensa del Estado de Derecho, de su respeto a la Justicia, de su dedicación
de toda una vida al servicio público; ese error monstruoso afecta también a
Antioquia entera quien deberá comenzar a repensar juiciosamente su destino,
porque no puede permitir que le traten así a sus líderes.
Por todo
ello, y volviendo a lo que expresó Talleyrand del asesinato del Duque de
Enghien, nos vemos en la penosa obligación de manifestar, que el proceso contra
Luis Alfredo Ramos Botero, ¡“Peor que un crimen, es un error”!
Muchas
gracias,
JULIO
ENRIQUE GONZALEZ VILLA
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