A LA MEMORIA DEL PROFESOR CARLOS ALBERTO
JARAMILLO RESTREPO
“Boecio
recuerda todos los beneficios de que lo colmó la vida: riquezas, y “un suegro
noble y una esposa casta”, e hijos
ejemplares; recuerda sus dignidades y el orgulloso momento en que su elocuencia
conmovía a un Senado cuyos cónsules presidentes eran ambos hijos suyos. Tal
felicidad (dice) no puede durar eternamente; la fortuna debe equilibrarla de
vez en cuando con un golpe depurador; y tanta felicidad puede perdonar a tan
fatal calamidad. Sin embargo, esa felicidad recordada puede hacer más aguda la
aflicción: “en todas las adversidades de la fortuna –dice Boecio con palabras
cuyo eco se oye en la Francesca de Dante-, la clase peor de infortunio es el
haber sido feliz”. Pregunta a Doña Filosofía, que él personifica según el
estilo medieval, dónde se halla la verdadera felicidad; descubre que no está en
la riqueza ni la gloria, el placer ni el poder; y concluye que no hay felicidad
verdadera ni segura salvo en la unión con Dios; “la beatitud es una con la
divinidad”. Extrañamente, no hay sugestión, en este libro, de inmortalidad
personal, ni referencia al cristianismo ni a ninguna doctrina concretamente
cristiana, ni una línea que no hubiese podido ser escrita por Zenón, Epicteto o
Marco Aurelio. La última obra de la filosofía pagana fue escrita por un cristiano
que, en la hora de la muerte, se acordaba de Atenas más que del Gólgota.” ,
leía el sábado 11 de marzo de este año, día en que recibí la amarga noticia del
fallecimiento del ilustre Doctor Carlos Alberto Jaramillo Restrepo.
En mi opinión, lo que dice Durant de
Boecio, y lo que dice Boecio, podría predicarse de Carlos Jaramillo.
El Doctor Carlos Jaramillo fue mi
profesor de Derecho Penal Especial en la ilustre Facultad de Derecho de la
Universidad Pontificia Bolivariana. Fue profesor de esa honrosa facultad desde
1974 hasta el 11 de marzo del 2017: 43 años al servicio de la más digna de las
ocupaciones: la docencia.
No recuerdo haberle visto una tiza
en la mano, ni tampoco verlo sentado. Su clase era magistral, su verbo
elocuente, sus ademanes teatrales, calculados; sus elegantes trajes que sabía
llevar, siempre oscuros; su camisa blanca, generalmente; siempre irónico, con
humor. Era una delicia escuchar su clase, ese era un maestro. Y un maestro sólo
tiene una forma de enseñar: la clase magistral. Qué maravilla haber tenido la
oportunidad de haber sido su alumno.
En la facultad de Derecho de la
Bolivariana era un decano sin decanatura. Cuando hablaba, y nuca dejaba de
opinar, lo hacía con autoridad; su voz era respetada; su criterio orientaba; su
franqueza, fuerte, nunca hirió. Nunca entendí por qué no fue nombrado decano en
propiedad, pero lo era de hecho, y gracias al Dr. Carlos Jaramillo, la facultad
de Derecho aún es, y seguirá siendo, el lugar donde se forman los grandes
abogados de Antioquia, para Antioquia, y desde Antioquia para el País.
Recuerdo que empezando mi carrera,
el Dr. Carlos Jaramillo vivía con su señora madre en una pequeña finca y, un
compañero mío, un poco descarado, se le apareció un sábado allá. Me dijo que le
había sorprendido encontrarlo descansando leyendo a Balzac. También recuerdo
que me regaló un perro, se llamaba, según me dijo cuando me lo entregó, Plauto.
Ese era el profesor Jaramillo, un humanista, un lector de los clásicos, un
abogado a quienes apodábamos cariñosamente “El Príncipe del Foro”. Recuerdo esa
imponencia, esa donosura cuando hacía sus defensas penales en el Palacio de
Justicia ante el Jurado. Cómo gozábamos sus alumnos llenando esas salas de
audiencia y cuando escuchábamos finalmente el “Inocente” del Jurado, y, aunque
estaba prohibido, prorrumpíamos en un aplauso cerrado.
Luego de egresar de la facultad de
Derecho, el Doctor Carlos Jaramillo Restrepo se convertía en el colega a quien
uno siempre consultaba y recomendaba; su Despacho lleno de libros, hermoso
paisaje que disfrutamos quienes fuimos sus alumnos y amigos; siempre recibía
con amabilidad a quienes fuimos sus alumnos y luego sus colegas.
Carlos Jaramillo Restrepo, hizo una
escuela, sin aspavientos; la gran escuela de penalistas de la Facultad de
derecho de la Bolivariana, todos hechos a su imagen y semejanza. Era el
maestro. Sus egregios alumnos: Carlos Mario Molina Arrubla, Ricardo Molina,
Henry Solano, Julio Darío Vélez, Sebastián Estrada, Jorge Ignacio Calle, Felipe
Duque. Tienen la posta y seguirán enseñando a sus alumnos lo que aprendieron de
su maestro.
Del Doctor Carlos Jaramillo
Restrepo, aunque podría decir mucho, solo quiero recordar algo que le
caracterizó, la palabra. Nunca dejó nada escrito, salvo sus alegatos, nunca le
conocí un artículo, menos un libro. Toda su elocuencia la vaciaba en la
palabra. Sobre ello dijo Angel Ossorio en su Alma de la Toga: “Quien no fíe en
la fuerza del verbo, ¿en que fiará? El verbo es todo: estado de conciencia,
emotividad, reflexión, efusión, impulso y freno, estímulo y sedante,
decantación y sublimación…Donde no llega la palabra brota la violencia. O los
hombres nos entendemos mediante aquella privilegiada emanación de la Divinidad,
o caeremos en servidumbre de bruticie.”
Paz en su tumba al elocuente
profesor.
Se fue otro grande de la Facultad de
Derecho de la Universidad Pontificia Bolivariana
Medellín, marzo 12 del 2017.
JULIO ENRIQUE GONZALEZ VILLA
Profesor Titular
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