sábado, 16 de diciembre de 2017

A LA MEMORIA DEL PROFESOR CARLOS ALBERTO JARAMILLO RESTREPO

A LA MEMORIA DEL PROFESOR CARLOS ALBERTO JARAMILLO RESTREPO

“Boecio recuerda todos los beneficios de que lo colmó la vida: riquezas, y “un suegro noble y una esposa casta”,  e hijos ejemplares; recuerda sus dignidades y el orgulloso momento en que su elocuencia conmovía a un Senado cuyos cónsules presidentes eran ambos hijos suyos. Tal felicidad (dice) no puede durar eternamente; la fortuna debe equilibrarla de vez en cuando con un golpe depurador; y tanta felicidad puede perdonar a tan fatal calamidad. Sin embargo, esa felicidad recordada puede hacer más aguda la aflicción: “en todas las adversidades de la fortuna –dice Boecio con palabras cuyo eco se oye en la Francesca de Dante-, la clase peor de infortunio es el haber sido feliz”. Pregunta a Doña Filosofía, que él personifica según el estilo medieval, dónde se halla la verdadera felicidad; descubre que no está en la riqueza ni la gloria, el placer ni el poder; y concluye que no hay felicidad verdadera ni segura salvo en la unión con Dios; “la beatitud es una con la divinidad”. Extrañamente, no hay sugestión, en este libro, de inmortalidad personal, ni referencia al cristianismo ni a ninguna doctrina concretamente cristiana, ni una línea que no hubiese podido ser escrita por Zenón, Epicteto o Marco Aurelio. La última obra de la filosofía pagana fue escrita por un cristiano que, en la hora de la muerte, se acordaba de Atenas más que del Gólgota.” , leía el sábado 11 de marzo de este año, día en que recibí la amarga noticia del fallecimiento del ilustre Doctor Carlos Alberto Jaramillo Restrepo.

En mi opinión, lo que dice Durant de Boecio, y lo que dice Boecio, podría predicarse de Carlos Jaramillo.

El Doctor Carlos Jaramillo fue mi profesor de Derecho Penal Especial en la ilustre Facultad de Derecho de la Universidad Pontificia Bolivariana. Fue profesor de esa honrosa facultad desde 1974 hasta el 11 de marzo del 2017: 43 años al servicio de la más digna de las ocupaciones: la docencia.

No recuerdo haberle visto una tiza en la mano, ni tampoco verlo sentado. Su clase era magistral, su verbo elocuente, sus ademanes teatrales, calculados; sus elegantes trajes que sabía llevar, siempre oscuros; su camisa blanca, generalmente; siempre irónico, con humor. Era una delicia escuchar su clase, ese era un maestro. Y un maestro sólo tiene una forma de enseñar: la clase magistral. Qué maravilla haber tenido la oportunidad de haber sido su alumno.

En la facultad de Derecho de la Bolivariana era un decano sin decanatura. Cuando hablaba, y nuca dejaba de opinar, lo hacía con autoridad; su voz era respetada; su criterio orientaba; su franqueza, fuerte, nunca hirió. Nunca entendí por qué no fue nombrado decano en propiedad, pero lo era de hecho, y gracias al Dr. Carlos Jaramillo, la facultad de Derecho aún es, y seguirá siendo, el lugar donde se forman los grandes abogados de Antioquia, para Antioquia, y desde Antioquia para el País.

Recuerdo que empezando mi carrera, el Dr. Carlos Jaramillo vivía con su señora madre en una pequeña finca y, un compañero mío, un poco descarado, se le apareció un sábado allá. Me dijo que le había sorprendido encontrarlo descansando leyendo a Balzac. También recuerdo que me regaló un perro, se llamaba, según me dijo cuando me lo entregó, Plauto. Ese era el profesor Jaramillo, un humanista, un lector de los clásicos, un abogado a quienes apodábamos cariñosamente “El Príncipe del Foro”. Recuerdo esa imponencia, esa donosura cuando hacía sus defensas penales en el Palacio de Justicia ante el Jurado. Cómo gozábamos sus alumnos llenando esas salas de audiencia y cuando escuchábamos finalmente el “Inocente” del Jurado, y, aunque estaba prohibido, prorrumpíamos en un aplauso cerrado.

Luego de egresar de la facultad de Derecho, el Doctor Carlos Jaramillo Restrepo se convertía en el colega a quien uno siempre consultaba y recomendaba; su Despacho lleno de libros, hermoso paisaje que disfrutamos quienes fuimos sus alumnos y amigos; siempre recibía con amabilidad a quienes fuimos sus alumnos y luego sus colegas.

Carlos Jaramillo Restrepo, hizo una escuela, sin aspavientos; la gran escuela de penalistas de la Facultad de derecho de la Bolivariana, todos hechos a su imagen y semejanza. Era el maestro. Sus egregios alumnos: Carlos Mario Molina Arrubla, Ricardo Molina, Henry Solano, Julio Darío Vélez, Sebastián Estrada, Jorge Ignacio Calle, Felipe Duque. Tienen la posta y seguirán enseñando a sus alumnos lo que aprendieron de su maestro.

Del Doctor Carlos Jaramillo Restrepo, aunque podría decir mucho, solo quiero recordar algo que le caracterizó, la palabra. Nunca dejó nada escrito, salvo sus alegatos, nunca le conocí un artículo, menos un libro. Toda su elocuencia la vaciaba en la palabra. Sobre ello dijo Angel Ossorio en su Alma de la Toga: “Quien no fíe en la fuerza del verbo, ¿en que fiará? El verbo es todo: estado de conciencia, emotividad, reflexión, efusión, impulso y freno, estímulo y sedante, decantación y sublimación…Donde no llega la palabra brota la violencia. O los hombres nos entendemos mediante aquella privilegiada emanación de la Divinidad, o caeremos en servidumbre de bruticie.”

Paz en su tumba al elocuente profesor.

Se fue otro grande de la Facultad de Derecho de la Universidad Pontificia Bolivariana

Medellín, marzo 12 del 2017.

JULIO ENRIQUE GONZALEZ VILLA

Profesor Titular

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