Carta abierta a mis alumnos de la UPB
Hace unos instantes recibí una comunicación del Señor Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Pontificia Bolivariana advirtiendo que:
“…siguiendo instrucciones de las altas directivas de la Universidad, el plan de desarrollo y el régimen de transición, hemos introducido ajustes en la programación académica para el 2019, lo que nos obliga a replantear la labor docente para una utilización óptima de los docentes internos.
Por estos motivos queremos agradecer su participación en nuestra facultad y comunicarle que para el primer semestre del próximo año no tendremos necesidad de molestarlo para que nos acompañe.”
Por estos motivos queremos agradecer su participación en nuestra facultad y comunicarle que para el primer semestre del próximo año no tendremos necesidad de molestarlo para que nos acompañe.”
Según esto, Julio Enrique González Villa, debe ser excluído porque sus cátedras serán dictadas por, presumo yo, tiene que ser así, porque si no lo es sería una equivocación monumental, los docentes internos que tienen que ser mejores profesores que yo.
Es decir, me echaron de la Facultad de Derecho de la Bolivariana después de 29 años consecutivos donde regenté con mucho deleite, gusto y dedicación las cátedras de Derecho Ambiental, Derecho Romano y Derecho de Bienes.
Aunque hice mi doctorado en la Universidad Externado de Colombia, mi maestría en la Universidad EAFIT, mi especialización en Derecho Ambiental en la Universidad Externado de Colombia, siempre advertí con orgullo que mi Alma Mater, en donde estudié y me gradué de abogado, y donde hice dos de mis tres especializaciones, era la Universidad Pontificia Bolivariana.
He sido un aguerrido defensor de la Facultad de Derecho de la Bolivariana, he estudiado a fondo el origen de la Universidad, y fue precisamente la facultad de Derecho la facultad fundadora. Por defender los ideales que dieron origen a la Bolivariana, por destapar el bello y oculto proceso histórico que la hizo nacer, me granjee muchos enemigos, pero me gusta cruzar aceros.
Siempre he expresado que ese nombre inmortal de Bolivariana tiene que enaltecerse, que el Libertador había sido un hombre demasiado grande y que en consecuencia corresponde a esta Universidad, la responsabilidad de estudiarlo a profundidad. En días pasados me llamó el Vicerrector General a darme la buena noticia de que se había creado la Cátedra Bolivariana. Sentí una gran alegría porque comenzaría una nueva época: la de la Bolivariana, como lo querían los fundadores, no la de aquellos que se habían decidido a empañar ese glorioso nombre con el de la mera sigla UPB. De paso se me cruza por la mente una expresión del Libertador que podría acomodarse a esta situación en la que me veo envuelto: “en las sombras, sólo trabaja el crimen”
Lo que hizo nacer a la Bolivariana fue la libertad y autonomía de cátedra que fue pisoteada en la universidad de Antioquia en 1936. Esa libertad fue la que reclamé yo durante las distintas reuniones de profesores donde siempre cuestioné decisiones como: la reducción de la cátedra de Bienes de un año a seis meses; la reducción de la cátedra de Derecho de Romano de un año a seis meses; la reducción de los créditos en el pénsum; la reforma del pénsum de Derecho; entre otras cosas.
En una reunión de profesores en la que estaba presente el Sr Decano, ante inquietudes por todo lo que estaba ocurriendo en la Facultad de Derecho, porque los caballeros tiran sus guantes de frente, el Dr. Luis Fernando Alvarez Jaramillo se molestó bastante conmigo y perdió los estribos. Ante semejante salida de casillas manifesté públicamente que la única función de un Decano era tener buenos profesores y que como él consideraba que yo no lo era, por cuanto me cuestionó públicamente mi ausencia de publicaciones, lo cual refuté con hechos, no me quedó otra opción que renunciar públicamente a mis cátedras. El manifestó que se había equivocado al reaccionar así y me ofreció públicas disculpas, que por favor no renunciara a la cátedra. Le creí. Retiré mi renuncia públicamente ante el “arrepentimiento” del Sr. Decano. Eso fue en el primer semestre del 2018. En el segundo semestre no aparecí ya como profesor de la cátedra de Bienes.
En una columna en el periódico El Colombiano, el Señor Decano salió a la defensa de las Cortes, cuestionadas por el llamado “Cartel de la Toga”, enfilando sus dardos contra el expresidente Uribe. Ello me obligó a salirle al quite con una carta abierta. Me he enterado que esa es la causa de mi salida de la Facultad de Derecho. Todo esto se me parece a un aparte del discurso de Laureano Gómez en 1953 respondiendo a Ospina Pérez, que dicho sea de paso, provocó su caída: “Era un cenáculo de raposas, sutiles, merodeadoras y voraces, que rondaron sin descanso en torno de todos los episodios de la reconquista.”
Mi pasión: la cátedra, mis alumnos, mi Universidad. Mi decepción: la falta de claridad, de norte, las brújulas perdidas en manos de las raposas de Laureano.
¿Que me he fatigado? ¡Cierto! Pero a cada pregunta en clase, los bríos volvían, y ya esas madrugadas bebiendo en los libros serían justificables: había alguien dispuesto a escuchar, a pensar, a replantear: ¡los alumnos! A ellos, mi profundo agradecimiento, porque su compañía me hacía joven, me hace querer la vida, y me hace creer en un futuro para nuestro pobre país.
Los alumnos, los que atizan la pasión del profesor, a ellos, sólo quiero dejarles un legado que repetía el Dr. Miguel Moreno Jaramillo: “Paciente laboreo del Código Civil.”
Hasta pronto
JULIO ENRIQUE GONZALEZ VILLA
Profesor Titular de las Cátedras de Derecho Romano, Derecho de los Bienes y Derecho del Medio Ambiente.
Profesor Titular de las Cátedras de Derecho Romano, Derecho de los Bienes y Derecho del Medio Ambiente.
Solidaridad y apoyo a Ud. Dr. Julio, de parte de este egresado de la facultad de Derecho de la UPB e hijo y familiar de fundadores.
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